martes, 30 de marzo de 2010
El ADN de un juez de la dictadura que libera a la Policía para detener a chicos en la calle
Rechazaba los Hábeas Corpus de familiares de desaparecidos e imponía “costas”
El polémico fallo de la Justicia platense que le devuelve la potestad a los policías para detener menores tiene un autor ideológico. Se trata del camarista Pedro Luis Soria, quien comenzó su carrera judicial nombrado como juez en el año 1976. En su foja de servicios cuenta con decenas de habeas corpus de desaparecidos rechazados, entre los que figuran el padre del embajador argentino en España. Intentó ser Decano en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) pero al conocerse su pasado judicial, optó por la renuncia. Además, está investigado en la Justicia Federal por la muerte de un preso político.
Pedro Luis Soria fue nombrado Secretario en el ex Juzgado Penal 5 de La Plata el 3 de marzo de 1970. Seis años más tarde, sería el encargado de ese juzgado al jurar como juez el 4 de mayo de 1976, apenas un mes y medio después del golpe de Estado que terminó con un gobierno constitucional y sumergió al país en la más feroz y cruenta dictadura.
En su labor como juez, Soria rechazaba sistemáticamente los pedidos de habeas corpus presentados por familiares de desaparecidos. Además de no hacer lugar a los recursos les imponía "costas" a los damnificados, es decir, debían pagar por abrir un expediente judicial y recurrir al Estado para buscar información sobre el paradero de los desaparecidos.
Aquella lista es extensa, pero sobresale el habeas corpus pedido por Jorge Alberto Daniel Davoto para conocer el paradero de su suegro, el ex juez federal y docente universitario Antonio Bautista Bettini, padre del actual embajador argentino en España, Carlos Bettini. El expediente fue abierto el 21 de marzo de 1977 y cerrado un día después.
Pese a que Soria fue confirmado en su cargo por el Senado provincial en 1984, sus antecedentes lo persiguen.
En el año 2007 quiso ser candidato a Decano en la facultad de Derecho de la UNLP, pero sus antecendentes como juez en la dictadura hicieron que desista.
En 2006 Soria había sido acusado por el encubrimiento de un homicidio en la Unidad 9 ocurrido durante la dictadura. La víctima: Marcos Augusto Ibáñez Gatica. Los penitenciarios lo habían hecho pasar por un suicidio, pero la Justicia no lo constató: no hubo ni autopsia.
El entonces juez penal y actual camarista dictó el sobreseimiento provisorio sólo con la información provista por el SPB al día siguiente de haber recibido la causa en su juzgado.
Treinta y dos años después, la investigación que Soria no hizo lo encuentra involucrado en el encubrimiento de un crimen de lesa humanidad. El fiscal federal Sergio Franco, solicitó al juez federal Humberto Blanco que convoque a prestar declaración indagatoria al actual camarista por encubrimiento del homicidio calificado de Ibáñez.
El 30 de abril de 2003 la Cámara Federal de La Plata declaró que los crímenes conexos con los de lesa humanidad también son imprescriptibles. Cuando pidió la indagatoria de Soria, el fiscal Franco recordó este fallo de la Cámara Federal.
http://www.elargentino.com/nota-84087-medios-122-El-ADN-de-un-juez-de-la-dictadura-que-libera-a-la-Policia-para-detener-a-chicos-en-la-calle.html
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lunes, 29 de marzo de 2010
EL CLIENTELISMO MACRISTA:PAGA DESDE 50 A 80 PESOS PARA ASISTIR A SUS ACTOS
AUNQUE SUS DIRIGENTES CRITICAN EN PUBLICO EL PROCEDIMIENTO, EL MACRISMO CONVOCA A MANIFESTANTES A CAMBIO DE DINERO
Nueva política con olor a viejas prácticas
En el Encuentro de Jóvenes realizado en Luján, los micros del PRO se llenaron con pagos de entre 65 y 100 pesos por pasajero. Problemas de estructura en el partido y diferencias entre los compañeros de escuela de Macri y sus aliados radicales y peronistas.
Por Gustavo Veiga
Mauricio Macri pretende llegar a la costa montado en una ola amarilla. El surfista de la nueva política clamó el 6 de marzo ante 8742 personas –la exactitud de la cifra surge de las planillas de asistencia al Segundo Encuentro Nacional de Jóvenes en Luján– que nada lo parará. Para lograrlo, su tropa ya puso en práctica ciertos vicios del clientelismo, como la retribución en dinero (65 a 100 pesos por cabeza) o, simplemente, la hamburguesa y la Coca a cambio de la presencia en un acto. Una radiografía a buena parte de la militancia que lo acompaña no resiste la prueba de pureza. La misma liturgia que el PRO les atribuye con sorna a fuerzas más populares es patrocinada por sus punteros. No importa que se trate de peronistas de La Matanza que responden a Alberto Pierri o de demócratas progresistas que siguen al presidente de la Legislatura, Oscar Moscariello. Para aspirar a la presidencia en 2011 es necesario apelar a viejas recetas cuestionadas que ahora son consideradas válidas. Con Facebook, Twitter y la nueva herramienta virtual de comunicación, Formspring.me parece que no alcanza. Ni tampoco con los Newman’s Boys y la muchachada que depositó en el jefe de Gobierno porteño la esperanza de un futuro mejor.
Las voces confirman el dato sin importar el distrito de procedencia. Desde el norte más favorecido al sur empobrecido coinciden en que para el acto en el barrio Las Casuarinas de Luján la premisa era juntar cinco mil voluntades. “Mauricio pidió que fuéramos esa cantidad”, confió un joven desencantado con el rumbo que ha tomado el PRO. La organización informó que asistieron 5865. El puntilloso conteo surge de las planillas que debían completar los referentes. Tenían un espacio para escribir el nombre y apellido, número de documento, correo electrónico y teléfono, datos estos últimos que casi nadie respondió.
Si una lista se llenaba con cincuenta personas, por cada una se entregaba una cantidad semejante de cintitas rojas para colocarse en la muñeca, como en los boliches bailables. El concejal Daniel García de Avellaneda se resistió a ese control. Y arengó a su gente para que ingresara al colegio Marianistas sin tomarlo en cuenta. Disgustado, retiró a su grupo antes de que Macri finalizara el encuentro con un: “Gracias, gracias, me llenan de fuerza. ¡Vamos los jóvenes! ¡Vamos el PRO! ¡Vamos la Argentina!”. Al edil lo imitaron otros dirigentes del Gran Buenos Aires en su desbandada.
El jefe de Gobierno había invitado a sus seguidores a través de Facebook (ver aparte). Pero la organización del acto recayó sobre el presidente de la Juventud porteña del PRO, Francisco Quintana, y el director de la Unidad de Coordinación de Políticas Públicas de Juventud, Ezequiel Fernández Langan. Los dos convocaron a la par de funcionarios y punteros peronistas del conurbano.
El diputado provincial Juan Carlos Piris, un hombre del tan menemista como duhaldista Alberto Pierri en La Matanza, aportó una cantidad respetable de concurrentes. Desde la Legislatura de la ciudad de Buenos Aires, donde el PRO tiene la primera minoría, partieron algunos integrantes de la seguridad privada del edificio para hacer número. Una fuente consultada por este diario le atribuyó la iniciativa al presidente de la Cámara, Oscar Moscariello. También se invitó por e-mail al personal de planta del gobierno. Era demasiado lo que había en juego.
Con todo, el target del militante promedio que adhiere al partido se vincula a la clase media o media alta. Son aquellos que se indignan con el clientelismo que empieza a hacerse visible. Ese pensamiento que expresó sin anestesia en una entrevista reciente el concejal Julio Irureta. Cuando se desafilió de la UCR para sumarse al PRO de La Plata lo hizo porque, según él, vio “gente tomando vino en tetrabrik y bombos”.
En el trayecto hacia Luján hubo micros que se llenaron a razón de 65 o 100 pesos por pasajero. “Les pagaron a carenciados”, dijo un joven que asistió al acto. En muchos casos alcanzó con menos: bastaron la hamburguesa y la gaseosa. La convocatoria sintetizada en un cartel, “Habla Mauricio y hablás vos”, se robusteció con esas zanahorias de la vieja política que el PRO puso en remojo.
A los jóvenes más involucrados con el partido podía vérselos ataviados con remeras amarillas y el apellido Macri cruzado sobre el pecho. De cada una de sus cinco letras nacía una palabra: “m” de mística, “a” de acción, “c” de compromiso, “r” de respeto e “i” de inclusión. Se abrazaban y posaban para las fotografías con las principales figuras partidarias. “Me emociona ver cómo va creciendo esta ola amarilla que se extiende por todo el país”, les endulzó los oídos el candidato a presidente.
Gestionar o hacer política
En diciembre de 2007, cuando el PRO se hizo cargo del gobierno porteño, la consigna que le bajó a la militancia fue “basta de política, ahora la gestión”. Enseguida comenzaron a cerrarse locales partidarios de la Capital Federal y los jóvenes que Macri convocó el primer sábado de este mes al acto fundacional de su campaña presidencial se quedaron sin lugares propios para reunirse. Primero le bajaron la persiana al comité de Chacabuco al 100 y después a los de Alsina y Salta, donde se depositaban los volantes, pancartas y otros emblemas partidarios. Los encuentros de la Juventud cambiaron de escenario: se hacían en bares o casas particulares.
Hoy no llegan a diez los locales propios en la ciudad. El último donde se centralizaba la actividad estaba en Avenida Belgrano y Bolívar. Ahora sólo queda una pequeña sede administrativa sobre la calle Balcarce, muy próxima a la Casa Rosada. La conducción porteña del PRO, además, se reunió una sola vez desde que Macri gobierna. El estatuto partidario dice que los encuentros deben ser mensuales. Las fichas de afiliación también se derrumbaron. Ahora no superarían algunos pocos miles en la ciudad. A mediados de 2008 había 27.288 afiliados en todo el país. Otra vez la precisión milimétrica para sumar adhesiones.
Estas tribulaciones no les causan gracia a los peronistas y radicales que desembarcaron hace tiempo en la fuerza liderada por el ingeniero. Motivan rispideces entre ellos y los denominados Newman’s Boys o ex compañeros del distinguido colegio Cardenal Newman, donde Macri cursó el bachillerato. El presidente del PRO a nivel nacional, José Torello, los funcionarios Pablo Clusellas y Francisco Irarrazával y el empresario constructor Nicolás Caputo egresaron de allí. Quienes los rechazan dicen que “en su vida pegaron un afiche, repartieron volantes o caminaron la calle”. Nunca hizo falta. Esa tarea, en todo caso, queda para los jóvenes que siempre cumplieron tareas proselitistas en la esquina de Callao y Santa Fe, en vísperas de cualquier elección.
Otro problema que condiciona el futuro del PRO es que su estructura nacional recae en la fuerza fundada por Ricardo López Murphy, Recrear, y que después de su alejamiento pasó a comandar el actual ministro de Educación porteño, Esteban Bullrich. Propuesta Republicana también tiene escasa representación en las universidades públicas, a no ser en Derecho y Ciencias Económicas de la UBA o en algunas facultades de la UCA, un campo fértil para captar voluntades jóvenes.
Su fuerza propia a nivel sindical es inexistente. El único dirigente con inserción gremial, Daniel Amoroso, de Aleara, el Sindicato de Trabajadores de Juegos de Azar, acaba de distanciarse de Macri para fogonear la candidatura presidencial de Francisco de Narváez desde su banca de diputado del PRO. También fracasó un intento de crear un sindicato afín en la Legislatura porteña: la Unión de Trabajadores Legislativos (UTL) que nació el 18 de agosto de 2005 y languideció por su magra representatividad. Santiago de Estrada le brindó su apoyo, pero la fuga y posterior detención de su secretario general, Mauricio Gutiérrez, acusado de un delito privado, provocaron que terminara en la nada.
Por eso, puertas adentro, en el partido se persuadieron de que el acto de Luján se transformó en un mojón en el camino de Macri hacia la Casa Rosada. Marcos Peña, el secretario general del gobierno porteño, escribió en su blog unos días después: “El evento fue el más importante en términos de movilización de la historia del PRO”. Estaba en lo cierto. Aunque el clientelismo que tanto cuestiona la nueva política que dice representar esta fuerza resultó imposible de disimular entre muchos de los jóvenes peregrinos vestidos de color amarillo.
No tan solos
Por Eduardo Aliverti
Después de los picos que tensionaron al Congreso hasta hace pocos días, llegó una calma que dudosamente dure demasiado. Pero no fue por eso ni por otros reposos que este 24 de marzo tuvo una relevancia significativa y, quizá, representativa también.
No fue que las bancadas se llamaron a trastienda, casi con seguridad velando armas hasta después de Semana Santa. No fue que la marcha macro de la economía asentó su placidez, ahora con la felicidad de “los mercados” por el vía libre de Wall Street al canje de deuda. No fue que se anticipa un movimiento turístico record en Semana Santa. No fue que las paritarias arrancan con pronóstico de acuerdos más bien rápidos. No fue que la inflación real no parece formar parte de las preocupaciones centrales, aunque siga pegando duro mientras es cierto que Boudou insiste en tapar el sol con la mano (lo cual no haría de no contar con órdenes superiores, por supuesto). No fue que incluso la Mesa de Enlace campestre se mostró satisfecha tras su reunión con el ministro del área. No fue que por este rato bajó el volumen de las declaraciones rimbombantes. No fue que la casi única excepción consistió en la patética convocatoria de Duhalde, para votar en 2011 la subsistencia o no de los juicios a los militares del Proceso (lo cual le valió el despampanante mérito de ser cuestionado hasta por franjas de la propia derecha). No fue, en resumen, nada de todo ese conjunto de noticias previsibles, o aun de ausencia de información destacada, lo que les dio preeminencia mediática a los actos por el aniversario del golpe; y en particular a los centrales de Plaza de Mayo. Es más: ni siquiera fue que otra vez no se pudo consensuar una movilización única, y que esa circunstancia dio pasto para que (los grandes medios de la oposición) se sirvieran y hablaran de un convite dividido, de aprovechamientos políticos, de zancadillas. No les alcanzó ni de cerca para ocultar la realidad de tanta gente congregada, y mucho más si se la observa con la medida de estos tiempos tan modestos para el ganar la calle detrás de una consigna. No era, tampoco, un recordatorio especial. No era un número redondo ni había un hecho o agenda específicos a los que pudiera atribuirse la propiedad de despertar un entusiasmo superlativo por la participación.
¿Qué fue, entonces, lo que motivó una concurrencia tan llamativa –no sólo en Buenos Aires– y esa impresión de haber sido más fuerte que en otras coyunturas la presencia de gente joven, suelta, no alineada con la militancia en partidos o grupos? Es probable que no haya una sola respuesta, aunque sí la posibilidad de que algunas hipótesis confluyan en un diagnóstico abarcador. Está la gente que va siempre y no es poca, pero eso sólo no es suficiente. Hay una pista, por ejemplo, ya consignada por Mario Wainfeld en su nota del día siguiente en este diario, que fue la novedad de haberse interpelado al rol del periodismo. No a todo, desde ya. Fue dirigido hacia el Grupo Clarín. Y, en eso sí con un marcaje concreto, a la indefinición que rodea al caso de los hijos de Ernestina Herrera de Noble, cuya dilación judicial es un atentado contra “la calidad de las instituciones” que tanto inquieta a los ¿republicanólogos, se les llama como eufemismo por lobbistas? La considerable juntada que hubo hace pocas semanas, en defensa o gratitud hacia el programa televisivo 6, 7, 8 por su discurso contestatario frente a la media de la mayoría de lo que se ve, lee y escucha, puede ser tomado como antecedente. Y si es cuestión de medios, podría descubrirse asimismo la bronca por el empiojamiento que sufre la nueva ley gracias a la acción de las corporaciones afectadas. Al igual que el bloque opositor, fueron a buscar en los tribunales lo que no les sirvió en su política de extorsión periodística. Hasta aquí les va más o menos bien, estimulados con el fallo de segunda instancia de la semana pasada: postergó la aplicación de aquello que insumió 26 años de lucha, para reemplazar la normativa militar con que tan cómodos se ubican los partisanos del periodismo independiente. Fue profusamente anunciado que recurrirían a la Justicia por cuya probidad también claman, y muy fácil de imaginar que encontrarían allí a tanto magistrado sensible a sus intereses.
Podría buscarse en datos o percepciones de este tipo, y en otros como el clima de socavamiento institucional agitado por la oposición en la etapa más reciente, el origen de esta especie de “despertar” protagonizado por muchos que están hartos, o intranquilos, ante el coro sistemático del todo negativo. La cadena privada nacional de los grandes medios sufre, acaso, un tiro por la culata. Y no, únicamente, por la disociación entre la temperatura político-mediática y el andar económico. La sociología, entre otras disciplines afines, explica que un discurso dominante tan homogéneo –-y para el caso tan despiadado– suele provocar que quienes no lo comparten se llamen a silencio, se refugien entre los que consideran los pocos que piensan igual, se sientan entumecidos frente a lo que semeja ser una mayoría aplastante. Pero eso tiene un límite. La cosa es que, por mucho que se quiera buscar el pelo en la leche y agrandar o detenerse en algún exabrupto, en consignas más radicalizadas o más totalizadoras, en las diferentes marchas y caracterizaciones del Gobierno, en la puntualización de lo que falta o en el resaltado de lo conseguido, este 24 de marzo testificó –y con esa potencia cualitativa mayor a otras oportunidades– que hay en la sociedad argentina reservas de conciencia y movilización que tantos creen (y quieren creer) extinguidas. Se puede estimar como casi imposible no ponerse de acuerdo cuando se trata de repudiar la atrocidad inédita representada por la última dictadura. Pero debe tenerse presente que no sólo sucedió la ratificación de ese “piso” de coincidencia, capaz de garantizar no ya la salvaguarda absoluta del régimen democrático sino además la perseverancia, activa, frente a cualquier intentona de impunidad sobre lo actuado en la dictadura. No es que, ahora y hace bastante, pegarles a los milicos salga gratis. Es que alrededor de esos reflejos se estimulan otros, se propaga una lucidez política más generalizada, se actúa más allá de los derechos humanos con el único sentido de denunciar sus violaciones durante el Proceso. La prueba es que lo “respirado” y dicho en las plazas de este aniversario del golpe no pasó solamente por lo generado hace 34 años ni por la reprobación de demoras judiciales. Hubo los apellidos, las listas de grandes empresas, los cánticos, las advertencias, las apelaciones; hubo el alerta, en resumidas cuentas, de que no hay que quedarse quieto porque acecha la amenaza de que el pasado se reinstale mediante los nombres que ayer fueron la patronal castrense. Y hoy, los del respaldo explícito o tácito a las variantes de derecha que persiguen su reinstauración.
Habrá quienes no crean que ese espíritu acometedor sea una gran noticia, por entenderla como en extremo predecible. Uno, en cambio, se siente más protegido. O menos solo.
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-142867-2010-03-29.html
Después de los picos que tensionaron al Congreso hasta hace pocos días, llegó una calma que dudosamente dure demasiado. Pero no fue por eso ni por otros reposos que este 24 de marzo tuvo una relevancia significativa y, quizá, representativa también.
No fue que las bancadas se llamaron a trastienda, casi con seguridad velando armas hasta después de Semana Santa. No fue que la marcha macro de la economía asentó su placidez, ahora con la felicidad de “los mercados” por el vía libre de Wall Street al canje de deuda. No fue que se anticipa un movimiento turístico record en Semana Santa. No fue que las paritarias arrancan con pronóstico de acuerdos más bien rápidos. No fue que la inflación real no parece formar parte de las preocupaciones centrales, aunque siga pegando duro mientras es cierto que Boudou insiste en tapar el sol con la mano (lo cual no haría de no contar con órdenes superiores, por supuesto). No fue que incluso la Mesa de Enlace campestre se mostró satisfecha tras su reunión con el ministro del área. No fue que por este rato bajó el volumen de las declaraciones rimbombantes. No fue que la casi única excepción consistió en la patética convocatoria de Duhalde, para votar en 2011 la subsistencia o no de los juicios a los militares del Proceso (lo cual le valió el despampanante mérito de ser cuestionado hasta por franjas de la propia derecha). No fue, en resumen, nada de todo ese conjunto de noticias previsibles, o aun de ausencia de información destacada, lo que les dio preeminencia mediática a los actos por el aniversario del golpe; y en particular a los centrales de Plaza de Mayo. Es más: ni siquiera fue que otra vez no se pudo consensuar una movilización única, y que esa circunstancia dio pasto para que (los grandes medios de la oposición) se sirvieran y hablaran de un convite dividido, de aprovechamientos políticos, de zancadillas. No les alcanzó ni de cerca para ocultar la realidad de tanta gente congregada, y mucho más si se la observa con la medida de estos tiempos tan modestos para el ganar la calle detrás de una consigna. No era, tampoco, un recordatorio especial. No era un número redondo ni había un hecho o agenda específicos a los que pudiera atribuirse la propiedad de despertar un entusiasmo superlativo por la participación.
¿Qué fue, entonces, lo que motivó una concurrencia tan llamativa –no sólo en Buenos Aires– y esa impresión de haber sido más fuerte que en otras coyunturas la presencia de gente joven, suelta, no alineada con la militancia en partidos o grupos? Es probable que no haya una sola respuesta, aunque sí la posibilidad de que algunas hipótesis confluyan en un diagnóstico abarcador. Está la gente que va siempre y no es poca, pero eso sólo no es suficiente. Hay una pista, por ejemplo, ya consignada por Mario Wainfeld en su nota del día siguiente en este diario, que fue la novedad de haberse interpelado al rol del periodismo. No a todo, desde ya. Fue dirigido hacia el Grupo Clarín. Y, en eso sí con un marcaje concreto, a la indefinición que rodea al caso de los hijos de Ernestina Herrera de Noble, cuya dilación judicial es un atentado contra “la calidad de las instituciones” que tanto inquieta a los ¿republicanólogos, se les llama como eufemismo por lobbistas? La considerable juntada que hubo hace pocas semanas, en defensa o gratitud hacia el programa televisivo 6, 7, 8 por su discurso contestatario frente a la media de la mayoría de lo que se ve, lee y escucha, puede ser tomado como antecedente. Y si es cuestión de medios, podría descubrirse asimismo la bronca por el empiojamiento que sufre la nueva ley gracias a la acción de las corporaciones afectadas. Al igual que el bloque opositor, fueron a buscar en los tribunales lo que no les sirvió en su política de extorsión periodística. Hasta aquí les va más o menos bien, estimulados con el fallo de segunda instancia de la semana pasada: postergó la aplicación de aquello que insumió 26 años de lucha, para reemplazar la normativa militar con que tan cómodos se ubican los partisanos del periodismo independiente. Fue profusamente anunciado que recurrirían a la Justicia por cuya probidad también claman, y muy fácil de imaginar que encontrarían allí a tanto magistrado sensible a sus intereses.
Podría buscarse en datos o percepciones de este tipo, y en otros como el clima de socavamiento institucional agitado por la oposición en la etapa más reciente, el origen de esta especie de “despertar” protagonizado por muchos que están hartos, o intranquilos, ante el coro sistemático del todo negativo. La cadena privada nacional de los grandes medios sufre, acaso, un tiro por la culata. Y no, únicamente, por la disociación entre la temperatura político-mediática y el andar económico. La sociología, entre otras disciplines afines, explica que un discurso dominante tan homogéneo –-y para el caso tan despiadado– suele provocar que quienes no lo comparten se llamen a silencio, se refugien entre los que consideran los pocos que piensan igual, se sientan entumecidos frente a lo que semeja ser una mayoría aplastante. Pero eso tiene un límite. La cosa es que, por mucho que se quiera buscar el pelo en la leche y agrandar o detenerse en algún exabrupto, en consignas más radicalizadas o más totalizadoras, en las diferentes marchas y caracterizaciones del Gobierno, en la puntualización de lo que falta o en el resaltado de lo conseguido, este 24 de marzo testificó –y con esa potencia cualitativa mayor a otras oportunidades– que hay en la sociedad argentina reservas de conciencia y movilización que tantos creen (y quieren creer) extinguidas. Se puede estimar como casi imposible no ponerse de acuerdo cuando se trata de repudiar la atrocidad inédita representada por la última dictadura. Pero debe tenerse presente que no sólo sucedió la ratificación de ese “piso” de coincidencia, capaz de garantizar no ya la salvaguarda absoluta del régimen democrático sino además la perseverancia, activa, frente a cualquier intentona de impunidad sobre lo actuado en la dictadura. No es que, ahora y hace bastante, pegarles a los milicos salga gratis. Es que alrededor de esos reflejos se estimulan otros, se propaga una lucidez política más generalizada, se actúa más allá de los derechos humanos con el único sentido de denunciar sus violaciones durante el Proceso. La prueba es que lo “respirado” y dicho en las plazas de este aniversario del golpe no pasó solamente por lo generado hace 34 años ni por la reprobación de demoras judiciales. Hubo los apellidos, las listas de grandes empresas, los cánticos, las advertencias, las apelaciones; hubo el alerta, en resumidas cuentas, de que no hay que quedarse quieto porque acecha la amenaza de que el pasado se reinstale mediante los nombres que ayer fueron la patronal castrense. Y hoy, los del respaldo explícito o tácito a las variantes de derecha que persiguen su reinstauración.
Habrá quienes no crean que ese espíritu acometedor sea una gran noticia, por entenderla como en extremo predecible. Uno, en cambio, se siente más protegido. O menos solo.
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-142867-2010-03-29.html
domingo, 28 de marzo de 2010
¿RENUNCIARA BENEDICTO 16?
REPORTAJE: EL ESCÁNDALO DE LA IGLESIA CATÓLICA
"Ratzinger escondió mi caso"
Tras abusar de cuatro niños en Essen (Alemania), un sacerdote fue trasladado discretamente a la diócesis regida por el actual Papa, donde continuó ejerciendo sin limitaciones. El escándalo ha sido destapado por una de sus víctimas, que ahora lo cuenta a EL PAÍS
Ataques de pánico. Problemas en el trabajo. Pesadillas. Dificultades para dormir. Cuando tenía 38 años, Wilfried Fesselmann decidió consultar a un psiquiatra. El médico le dijo que su problema se debía a un trauma de infancia. Fue entonces cuando Fesselmann sacó de algún lugar escondido en su cerebro el nombre del sacerdote Peter Hullermann, quien había abusado de él cuando tenía tan sólo 11 años. Con la particularidad de que el sacerdote denunciado como pederasta, entonces un cura de 31 años, fue apartado de su diócesis, en Essen, y enviado al obispado de Múnich cuando el cardenal Joseph Ratzinger, el actual papa Benedicto XVI, era el arzobispo de la diócesis bávara.
Probablemente su caso habría pasado inadvertido si no hubiera sido por el escándalo que sacude a Alemania desde hace dos meses. Concretamente, desde que el pasado 27 de enero el padre Klaus Mertes, rector del colegio jesuita Canisius de Berlín, enviara cientos de cartas a antiguos alumnos en las que pedía su colaboración para desentrañar los casos de abusos sexuales que hubieran podido cometer tres profesores. Ese chispazo desató las lenguas, y Alemania asiste conmocionada a un goteo diario de denuncias de abusos y vejaciones consumadas dentro de estructuras educativas católicas de todo el país. Unas 300 personas han contado ya sus respectivos casos en las 27 diócesis alemanas.
Essen, una ciudad de la zona industrial del Ruhr, también sufrió casos de pederastia. Hasta ahora, cuatro personas han denunciado a un mismo abusador: se trata de Peter Hullermann, quien ejerció como sacerdote en la ciudad a finales de los años setenta. "Todos confiaban en él y era el típico cura que se hacía amigo de los niños", asegura ahora una de sus víctimas, Wilfried Fesselmann, en una entrevista telefónica con este periódico. Fue en el curso de un viaje educativo, en el verano de 1979 a las colinas de Eifel, cuando empezó a tener una actitud ambigua. "Una noche de agosto de 1979 me hizo dormir con él", relata. "Entonces me di cuenta de lo que sucedía".
"Hablé con un compañero: le dije que el sacerdote obligaba a los niños a tener sexo con él. 'Ten cuidado que no te pase a ti también', le advertí. Él fue a hablar con sus padres, quienes en septiembre decidieron discutir el tema con otros padres. En esa ocasión salieron a la luz otros tres casos. En el obispado de Essen existía entonces un protocolo de actuación para estas situaciones. Dijeron que, para proteger a los niños, no hacía falta que los padres presentaran una denuncia: el sacerdote iba a ser trasladado a Múnich y no volvería a trabajar con jóvenes".
Los padres de Fesselmann ni siquiera participaron en esa discusión porque eran "católicos intransigentes"; y a pesar de que su propio hijo señalara al sacerdote y dijera que le había obligado a practicarle sexo oral, los padres consideraron inadmisible denunciar a un cura. "Esto simplemente no se hacía", asegura ahora la víctima.
En conversación con este diario, el portavoz del obispado de Essen, Ulrich Lota, ha reconstruido los acontecimientos de aquellos meses. "Entonces las cosas eran distintas de ahora", explica. "Se pensaba que se podía tratar eficazmente a los pederastas con una terapia, y por esto se decidió trasladar al cura a Múnich, donde se contaba con el psicólogo Werner Huth, experto en este tipo de casos". El responsable del personal del obispado de Essen avisó a los colegas de Múnich de que el sacerdote Peter Hullermann había abusado de menores en su diócesis y de que esta era precisamente la causa de su petición de traslado.
Joseph Ratzinger, arzobispo de Múnich entre 1977 y 1982, puso su firma en el documento que aceptaba el traslado de ese cura a su diócesis en 1980. El texto imponía al sacerdote una psicoterapia y señalaba que no debía volver a trabajar con niños. Sin embargo, en una decisión cuya responsabilidad se atribuyó el entonces vicario general Gerard Gruber (de 81 años en la actualidad), el cura abusador fue puesto a trabajar enseguida como "guía espiritual" en una parroquia de Múnich. "No queríamos que estuviera inactivo, aparte de la hora diaria de terapia", declaró el ex vicario a la prensa cuando se destapó el caso. "Esta decisión habría sido tomada por una iniciativa personal del vicario y sin que Joseph Ratzinger se enterara", afirma el obispado de Múnich en un comunicado difundido hace dos semanas.
Según el psiquiatra Huth, el obispado de Múnich ignoró repetidas advertencias suyas, escritas y orales, en las que aseguraba que el sacerdote en cuestión era peligroso para los niños. Huth, quien ahora tiene 80 años, era consultor del obispado para casos de pederastia. Asegura públicamente que Hullermann, quien al empezar el tratamiento tenía 32 años, no debería haber trabajado con menores, porque era muy narcisista, un rasgo típico de los pedófilos, y tampoco reconocía sus errores ni se tomaba en serio la terapia. En varias ocasiones, el psicólogo aconsejó directamente al sacerdote que no tomara alcohol y que se buscara un supervisor. Los abusos, siempre según el terapeuta, de los que estaba acusado habían sido cometidos bajo los efectos del alcohol.
Cuando Ratzinger se encontraba ya en Roma, en 1985, el cura Hullermann volvió a agredir a un menor y fue condenado por un tribunal de la Alta Baviera a 18 meses de cárcel -que no cumplió porque quedó en libertad provisional, aunque durante ese periodo fue suspendido como sacerdote- y a una multa de 4.000 marcos (unos 2.000 euros de hoy). Al año siguiente volvió a trabajar en una casa para ancianos. Posteriormente fue trasladado a la comunidad bávara de Garching, de 15.000 habitantes, donde ejerció durante 21 años. En 2008 se mudó de nuevo, en este caso a Bad Tölz, siempre en Baviera, donde trabajó hasta que fue suspendido hace dos semanas.
Después de la condena de 1986, antes citada, no se le habían vuelto a atribuir abusos, Sin embargo, esta misma semana se ha interpuesto otra denuncia contra Hullermann, a quien los padres de un joven acusan ante la fiscalía de Garching de haber abusado sexualmente de su hijo en 1998. Este nuevo asunto puede ser decisivo porque, a diferencia de la mayoría de los delitos denunciados hasta ahora, todavía no ha prescrito. En Alemania, el delito de abuso de menores no prescribe hasta pasados 10 años de la mayoría de edad de la víctima.
Durante los 30 años en los que el obispado de Múnich ha ocultado el pasado del sacerdote pederasta, las víctimas fueron abandonadas a su suerte. Wilfried Fesselmann guardaba, oculto, su trauma. Ni siquiera sus padres le habían creído. Fueron años terribles y siguieron otros muy duros.
"Mi situación personal fue ignorada", afirma. "Obviamente, esto me causó problemas porque tuve que callar. No lograba salir de la situación a la que me habían llevado. Esto explica que, años después, sufriera ataques de pánico. Y todavía tengo problemas a la hora de conducir. Tuve que recibir terapia, primero con un neurólogo y después con un psiquiatra. Este especialista me dijo que todo podía deberse a un acontecimiento traumático en mi niñez. Y esta es la única experiencia traumática grave que tuve. Indiqué el nombre de Hullermann, conté la historia y logré entender el porqué de todo".
A continuación, se le ocurrió buscar al sacerdote a través de Google. "Me di cuenta de que todavía ejercía y que todavía se iba de vacaciones con niños. Todo seguía igual. Por eso le escribí dos correos electrónicos donde le preguntaba si no tenía mala conciencia por lo que había hecho. También le pregunté si se acordaba de mí. No recibí respuesta". Eso fue en 2006. "Dos años más tarde, en 2008, le mandé otro correo. Me contestó entonces una persona llamada Sigfried Kneissel. Me explicó que era el encargado de ocuparse de los casos de abusos en el obispado de Múnich y me preguntó qué tipo de denuncia quería hacer. Dije que se trataba de un caso de abuso del sacerdote Hullermann".
En abril de 2008, la policía llamó a la puerta de la víctima. Eran los agentes de la ciudad de Essen acompañados por dos oficiales de Baviera. Quisieron inspeccionar su ordenador para comprobar si había mandado los correos electrónicos ("estaba claro que los había enviado", comenta ahora Wilfried Fesselmann). En esta ocasión, la víctima volvió a repetir su historia, y la policía le confirmó que su versión coincidía con la de las otras tres víctimas de entonces. El nombre de Fesselmann no aparecía en ningún informe, ya que sus padres no habían denunciado el caso al obispado. "En esta ocasión tuve una confirmación de que conocían el caso".
Todo coincide también con la reconstrucción del obispado de Essen. "Nos enteramos del cuarto caso a través de la prensa", explica Lota, su portavoz. "Estamos convencidos de que a partir de ahora podrían aparecer más denuncias".
No obstante, Fesselmann fue citado a juicio por supuesto intento de chantaje al cura. "Es cierto que en uno de los correos electrónicos hablé de una remuneración", admite, "pero nunca chantajeé a nadie". El juicio, que la víctima interpreta como una intimidación y un intento de callarle, se cerró con la absolución de Wilfried Fesselmann. En agosto de 2008, el sacerdote pederasta fue trasladado al que sería su último destino, la comunidad de Bad Tölz, en Baviera, en la que fue encargado de ejercer como guía espiritual para turistas, con la indicación explícita de que no trabajara con niños.
Desde que se destaparon en Alemania los primeros casos de abusos, la ministra de Justicia federal, Sabine Leutheusser-Schnarrenberger, del partido liberal FDP, invitó a las víctimas a que denunciaran sus casos. Wilfried Fessemann le escribió una nota con su historia. Hasta ese momento, la víctima no era consciente de que el actual papa Benedicto XVI pudiera ser responsable de la ocultación del abusador.
Lo cierto es que la fecha del traslado coincide con la etapa en que Joseph Ratzinger era cardenal arzobispo de Múnich (1977-1982). Una coincidencia que asocia por primera vez al Papa, de forma directa, con uno de los cientos de casos escalofriantes que conmocionan actualmente a Alemania.
Desde entonces han caído, bajo el efecto dominó, algunas instituciones prestigiosas de la Iglesia alemana, como el Coro de las Voces Blancas de Ratisbona, los Domspatzen. Aquí los abusos denunciados se cometieron a lo largo de quince años, desde 1958 hasta 1973. Georg Ratzinger, el hermano del actual Pontífice, fue el director de ese coro entre 1964 y 1993. A pesar de que las acusaciones involucran a tres educadores y al entonces director del internado donde el coro se alojaba, el hermano del Papa aseguró no tener conocimiento ni haber intentado ocultar caso alguno de pederastia. Su función de director artístico le mantenía al margen de la gestión directa del internado.
Después de que el caso de Fesselmann saltara a la prensa hace dos semanas, Hullermann fue suspendido. Otro párroco que ofició la misa el domingo siguiente en Bad Tölz fue interrumpido en su sermón por un hombre que pidió explicaciones sobre las verdaderas razones del cese del sacerdote pederasta. Varios fieles abandonaron la iglesia. La imagen parece resumir la de la Iglesia mundial, comprometida por los casos de abusos y sorda frente a las víctimas, que antes eran fieles.
Benedicto XVI, en la carta pastoral enviada el pasado domingo a los católicos irlandeses, no mencionó en ningún momento el drama que está afectando a su país natal. No fue suficiente su rotunda denuncia de la pederastia clerical y tampoco sus palabras de "vergüenza y remordimiento": la omisión fue duramente criticada en Alemania por numerosas asociaciones católicas, entre ellas Wir Sind Kirche [Somos Iglesia]. Y no sirvió de nada que la canciller Angela Merkel defendiera "el significado universal" de su mensaje. El país está que arde.
"Ratzinger escondió el caso. Él lo sabía", repite ahora Wilfried Fesselmann. También dice que se siente mejor tras haber contado su historia. Cree que su gesto puede convencer a otros para saldar cuentas con el pasado. Espera también una indemnización económica que le compense por los problemas sufridos en su vida personal y laboral. Sin embargo, asegura: "Lo que necesitamos las víctimas ante todo es que se reconozca lo que ha pasado. Que se sepa. Porque, de lo contrario, van a seguir ocultándolo".
http://www.elpais.com/articulo/reportajes/Ratzinger/escondio/caso/elpepusocdmg/20100328elpdmgrep_4/Tes
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