jueves, 12 de marzo de 2009
La gran bestia pop
Reynaldo Sietecase
Cuando Luis Barrionuevo habla, hay que escucharlo con atención. Hace mucho tiempo que se ganó ese derecho. Sus métodos sindicales y su praxis política violenta merecen el repudio general, pero sus frases revelan aspectos de la realidad nacional con inigualable claridad. “Kirchner se equivocó en nacionalizar la elección en Catamarca –dijo cuando todavía no había terminado la votación–. Perdió porque no escucha. Por sus errores. Yo no lo digo ahora, no es que antes decía que era rubio, alto y miraba derecho. Porque ahora es fácil pegarle. Hay una sociedad ávida de castigar a los Kirchner”. Mientras los radicales que responden al vicepresidente celebraban el triunfo como propio, afirmó contundente: “Cobos no existe”.
Nadie puede decir que el dirigente gastronómico no es sincero. Siempre criticó a la pareja presidencial. Fueron sus seguidores los que escracharon a Cristina Fernández y le arrojaron huevos cuando viajó a Catamarca para apoyar al Frente Cívico. Eran los tiempos en los que Kirchner definía su romance político con el gobernador Eduardo Brizuela del Moral y el viejo peronismo provincial era una antigualla signada por el descrédito. Desde ese día, Cristina lo castigó cada vez que pudo. Parecía que no iba a olvidar nunca ni el mal trago ni las manchas en su vestido. Pero todo pasa.
El dirigente que acompañó el domingo pasado la aventura catamarqueña de Néstor Kirchner es el mismo que conformó una central obrera alternativa a la de Hugo Moyano y no se cansa de “gastar” al presidente del PJ. Con todo, en nombre de la unidad, el operador político del gobierno Armando “Bombón” Mercado lo llamó, junto a Ramón Saadi, para defender “el proyecto transformador” en Catamarca. Y Luis fue. Puso a su gente en la lista y fue. Ahora, derrota en mano, disfruta y analiza los resultados de semejante alquimia electoral como si no tuviese nada que ver. Un grande.
Y vale la pena escucharlo. Barrionuevo es una suerte de oráculo de la política criolla. “De su boca salen las verdades como poroto ’e la chaucha” (perdón, Landriscina). En 1990 aseguró que “nadie hace la plata trabajando” y en 1996 pidió con humildad: “En este país, tenemos que dejar de robar por dos años”. Un ejemplo de coherencia. Claro que casi nadie le hizo caso. Diez años después, como si fuera el tomo III de sus sentencias sobre la vida institucional de la República señaló: “La coima es un sello nacional”.
Barrionuevo es el mejor ejemplo de la movilidad social. Un exponente cabal de las posibilidades que la Argentina brinda a todos los hombres de buena voluntad. El actual secretario general del gremio gastronómico nunca fue gastronómico. Pero eso no importa. Decir lo contrario llevaría a afirmar que para representar a los trabajadores hay que trabajar. Eso sí, dicen que se hizo de abajo. Fue cadete, peón de albañil, verdulero y hasta conserje de un hotel alojamiento. Después ocupó un cargo en la Unión Obrera Textil y de allí saltó a la seccional San Martín de Gastronómicos literalmente a las piñas.
Su estrella ya no se apagaría. Con el retorno a la democracia integró la lista de candidatos a diputados. Se consolidó en la conducción de su gremio a pesar de los intentos del alfonsinismo por desplazarlo. Después trabó relación con el radical Enrique “Coti” Nosiglia y el hostigamiento cesó. Cuando Raúl Alfonsín dejó el poder, hizo una nueva apuesta: aportó a la campaña presidencial de Carlos Menem y su esfuerzo fue premiado por el riojano. Le otorgó la conducción del Instituto Nacional de Obras Sociales (INOS). El cargo le vino como anillo al dedo. Fue entonces que no tuvo empacho en declararse “recontra alcahuete de Menem”. Después fue senador nacional con Eduardo Duhalde y diputado con Kirchner.
Su actividad política no le impidió ser presidente del club Chacarita ni organizar a la barra brava como fuerza de choque del gremio. También metió mano en Independiente y, según denunciaron dirigentes de la Alianza primero y la ministra de Salud Graciela Ocaña después, “se cansó de hacer negocios con el PAMI”. Cargos que rechazó con vehemencia. “Parezco sal gruesa, estoy en todos los estofados”, le confesó a la revista Gabo en abril del 2006.
Dos veces fue investigado por supuesto enriquecimiento ilícito. Dos veces superó la prueba. La declaración jurada que presentó al Congreso cuando llegó a ocupar una banca en el Senado es un ejemplo de su conducta espartana. Estaba en blanco en casi todos los ítems. Apenas treinta mil pesos en una caja de ahorro y un vehículo con diez años de antigüedad. “No voy a poner lo que no tengo”, explicó por televisión en mayo de 2002.
Barrionuevo ya alcanzó la categoría de imprescindible. Cuesta imaginar al sistema sin sus frases y sus maneras. Sobrevivió a Alfonsín, a Menem, a Duhalde y a la Alianza. Está convencido de que sobrevivirá a los Kirchner. Por lo pronto ya superó las embestidas de Ocaña y de Cristina. No lo desvelan las denuncias de los periodistas ni el Código Penal. Es la gran bestia popular. Todos le temen y muchos lo necesitan. Es ciento por ciento argentino y peronista. Su presencia en la escena nacional marca los límites del cambio.
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